Dos aclaraciones, antes de comenzar:
1. La pérdida del
amor, es un tema muy amplio, que puede ser abordado de diferentes formas, en mi caso voy a tomar
un aspecto, una parcialidad. Que intenta articular
la angustia y el amor.
2. Este escrito, parte
de la lectura que realizo de los pacientes en mi práctica, ubicando
los desarrollos teóricos producidos por Freud y Lacan a partir de sus
experiencias clínicas, que son útiles a mi entender, para responder al interrogante planteado.
Es, una lectura clínica y quizás de la vida
cotidiana, que la mujer, en general, suele estar más angustiada que el hombre, es decir, suele estar más en
contacto con la angustia.
Existen diferencias, en el hombre y en la
mujer, con respecto a las distintas situaciones que puedan llegar
a provocarla.
La condición de hombría, en el
hombre está ligada, al tener. Por lo tanto la angustia aparece en situaciones
donde su condición se encuentra amenazada, en donde deja de tener, lo que para cada uno, tiene
importancia vital.
En cambio, la mujer
se angustia por la pérdida del amor.
Esta orientación es
general, lo cual no significa, que un hombre, no se angustie, cuando pierde a su pareja, por ejemplo.
Entonces, en ambos, la angustia, no se
manifiesta con la misma intensidad, ni tampoco surge ante las mismas
situaciones, y es también diferente lo que la provoca.
¿Cómo se produce esto?
El hombre y la mujer subjetivan de diferente forma, la pérdida.
Subjetivar, significa en este caso, que la experiencia de una pérdida, en
el inconsciente, es interpretado de diversas maneras otorgándole un valor
particular, es decir, es el dato de la perdida, lo que moviliza a la valoración
inconsciente. Y este valor está
relacionado, en general, con la masculinidad y la femeneidad.
Decir que, para el inconsciente la perdida en ambos se interpreta
distinto, implica que la persona no puede darse cuenta conscientemente, de este
proceso.
En el hombre, por ejemplo, la pérdida de un trabajo, es casi siempre vivida
con angustia.
Es una observación clínica, que bajo estas condiciones, aparece en el
paciente lo que denomino “un algo más”, un plus, que se pone en juego bajo esta
circunstancia; su masculinidad. Para evocar el decir de un paciente: “para mi
perder mi trabajo, es una catástrofe”
La mujer, ante la misma situación, reacciona, casi siempre, diferente,
es decir, sin poner en juego ese plus; no significa que no esté preocupada (estar
preocupada, no es lo mismo que estar angustiada).
En la mujer. ¿Cómo se presentífica, ese “algo más”?
Aparece en situaciones donde se pone en juego, la pérdida del amor, sea
de un hijo, una pareja, un amiga/o o un familiar. A este plus, Freud lo
denomina femeneidad.
En el inconsciente de la mujer, por su condición;
la pérdida del amor queda significada como un peligro que
atenta contra la homeostasis psíquica. Y la angustia es entonces su señal.
A partir de su práctica, Freud hace todo un desarrollo teórico, sobre la
angustia y la define, como un estado afectivo, que aparece frente a un peligro
real y va a acompañado, en general, de una reacción de huida que nos permite
preservarnos. Es decir, es ante todo
una señal, que implican
manifestaciones en lo corporal (sensación de falta de aire, palpitaciones, sensación
de mareo, sequedad de boca, sudores en las manos, pies, axilas, entre otras). En
la angustia no existen palabras solo están los signos del cuerpo.
Agrega, que sin embargo existen situaciones, momentos y lugares que no
representan ningún peligro real para la persona, pero sin embargo la angustia
aparece.
Este, es el punto desde donde parto, es decir, para estas situaciones
Freud sigue verificando, que la angustia es señal de peligro.